Uno de los temas que ha ganado mayor relevancia estos últimos años es la búsqueda de una logística más eficiente para la comercialización de productos, con especial énfasis en la optimización logística de transporte y reducción del espacio vacío. Este enfoque no solo responde a la necesidad de reducir costes y tiempos, sino también enfrentar otros retos, como el desafío de minimizar el impacto ambiental y adaptarse a un mercado en constante cambio y cada vez más regulado y exigente.
De acuerdo con un estudio realizado por Forbes insights y DS Smith, los contenedores que cruzan los océanos desde Asia están vacíos en un 24%. Esto significa que, en un año, se transportan innecesariamente unos 61 millones de contenedores de 20 pies. Este transporte ineficiente no solo supone miles de millones de dólares en costos adicionales, sino que también genera unos 122 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera. Y eso sin contar otros tipos de transporte.
Claramente, el año 2025 marcará un punto de inflexión con la publicación del Reglamento 2025/40 de Envases y Residuos de Envases (PPWR) en la Unión Europea. Según el artículo 10 de este reglamento, para el 1 de enero de 2030, todos los envases deberán ser diseñados para minimizar su peso y volumen, siempre que esto no comprometa su funcionalidad ni su capacidad de reciclaje. Esto último incluso podría justificar ligeros aumentos de peso y/o volumen si están orientados a mejorar la reciclabilidad.
Entre los envases más afectados por esta nueva normativa se encuentran aquellos con dobles paredes, falsos fondos u otras características que únicamente buscan aumentar percepción del tamaño del producto, así como los envases considerados superfluos.
El impacto del PPWR no solo se limita al diseño, sino también al uso del espacio de los envases. El artículo 24 establece que, a partir de 2030, los agentes económicos deberán garantizar que el “empty space” o espacio vacío en envases colectivos, envases de transporte o envases de productos adquiridos online no supere una ratio del 50%.
El espacio vacío es la diferencia entre el volumen total del envase colectivo, de transporte o del producto adquirido online, y el volumen del envase de venta contenido en el mismo.
Por ejemplo, materiales de relleno como tiras de papel, almohadillas de aire, plástico burbuja o chips de poliestireno contarán como espacio vacío. Sin embargo, elementos como el aire en productos alimenticios o gases de protección no se considerarán espacio vacío.
Una de las ventajas clave de reducir el espacio vacío en los envases es su impacto positivo en la disminución de la huella de carbono. Esto se logra gracias a la optimización del uso de materiales y el aumento de la eficiencia en el transporte.
La huella de carbono en el transporte se calcula utilizando la siguiente fórmula:
Huella de carbono = Dato de actividad · Factor de emisión = Emisiones (tCO2e)
El “dato de actividad” puede referirse al combustible consumido, la distancia recorrida u otros factores relacionados con el transporte. El “factor de emisión” se define como un coeficiente para indicar la cantidad de gases de efecto invernadero emitidos a la atmósfera por unidad de actividad realizada (este dato proviene directamente de fuentes oficiales como MITERD o DEFRA).
Por lo tanto, el objetivo es doble: reducir tanto el dato de actividad como el factor de emisión asociados al traslado de productos. Esto no solo disminuye las emisiones generadas, sino también la huella de carbono total.
¿Cómo se logra esto? La reducción del espacio vacío en las cargas permite optimizar el volumen utilizado, aumentando el número de unidades transportadas por envío. Esto tiene un efecto directo:
El resultado es un transporte más eficiente, con menores emisiones de CO2 por cada producto enviado. Además de una logística más rentable y sostenible.
En REPAQ disponemos de herramientas digitales que permiten optimizar las dimensiones de los envases y/o la cantidad de unidades por envase. Dicho software también facilita la optimización de la disposición del producto dentro de la caja o equivalente, así como la distribución de estas cajas en el palet y la organización de la carga completa en camiones o contenedores grandes con productos homogéneos.
Para más información sobre proyectos de rediseño de embalaje, podéis visitar los siguientes enlaces:
Gracias a esta tecnología, ayudamos a las empresas a cumplir con las exigencias del PPWR, adaptándose a la normativa y disminuyendo su huella de carbono asociada al transporte. ¿Cómo lo logramos? A través de dos estrategias clave: el rediseño del embalaje de transporte y la optimización del paletizado.
En resumen, tanto el espacio vacío en envases colectivos y de transporte, como el impacto de huella de carbono en el transporte de estos envases va a dar mucho de qué hablar en los próximos años. Por ello, será crucial adaptarse a las nuevas normativas y cumplir con el máximo del 50% de espacio vacío mencionado.
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