En el entorno actual, altamente exigente, lo queremos todo sin renunciar a nada y esto también aplica a la tendencia de reducir la presencia de plásticos en el envase alimentario conservando las prestaciones actuales del envase en cuanto a barrera, estanqueidad, manejabilidad, compatibilidad con los sistemas de envasado, con la cadena logística, etc. Ni que decir tiene, la aptitud alimentaria del envase sea cual sea la naturaleza del material, debe quedar asegurada tanto por requisito legal, como afortunadamente por la cultura de las propias empresas envasadoras que en ningún caso pondrían en entredicho la inocuidad del envase. Así que asumiendo que va a prevalecer la inocuidad del envase frente a otros intereses, vamos a repasar en este artículo las estrategias de reducción de plástico para envase alimentario que se nos presentan.
Los datos indican que, de media, en Europa se generan unos 31kg de residuo de envase plástico por persona y año. Se estima que se generan 15,8 millones de toneladas de residuo de envase plástico en UE en 1 año. Según datos reportados por los diferentes estados miembros (y públicos en la base de datos europea Eurostat , la cantidad de residuo de envase plástico generada por persona oscila entre los 12kg en Croacia, hasta los 60 kg en Irlanda. En cualquier caso, la tendencia común es de crecimiento sostenido durante la última década. Alrededor del 40% de este residuo se recicla, con los datos más elevados reportados por Eslovenia (63%) y los más bajos en Finlandia (24%). Estos datos coinciden con los reportados por Plastics Europe (ver aquí), que indican que un 20,4% del residuo de envase plástico – 3,4 M Tm - no se revaloriza, acabando, en el mejor de los casos en un vertedero. Figura 1
La Organización de Naciones Unidas (ONU) atribuye a los daños sobre el ecosistema marino provocado por los residuos plásticos un coste financiero de 13 billones anuales de US$ mientras crece la preocupación por los microplásticos.
Contradictoriamente, en este entorno y a pesar de la proliferación en el uso de plásticos (no sólo para envases) el desperdicio alimentario es un asunto de preocupación global. FAO (Food and Agriculture Organization dentro de ONU) estima las pérdidas de alimentos entre el 20 para carne y productos lácteos, hasta el 45% para frutas y tubérculos, que se dan mayoritariamente en la cadena de distribución, sobre todo para países en vías de desarrollo (ver aquí). Figura 2
Los datos aportados muestran que efectivamente debemos abordar el problema que supone la proliferación de plásticos en el medio ambiente y además asumir que el uso del envase en general, y del plástico en concreto no es eficiente puesto que no se consigue alcanzar una de las funciones fundamentales del envase como es la preservación del alimento que contiene. No sólo esto, sino que también es necesario plantearse las mejores opciones de conservación para alimentos frescos como frutas y tubérculos cuya distribución es tan poco efectiva que llega a provocar pérdidas del 45%, hecho que incrementa el impacto provocado por el cultivo de dichos alimentos y por su distribución.
Amparándonos en los 4 principios de packaging sostenible (ver aquí (James et al 2005)) debemos reconocer que es necesario mejorar la ecoefectividad de las soluciones de envasado actuales, más que su ecoeficiencia. Es decir, es necesario centrarse en implantar bien (eficiencia) las alternativas buenas (efectivas) a 4 niveles: garantizando la seguridad e inocuidad de los materiales para las personas y el ecosistema, utilizando materiales cíclicos, utilizando sistemas eficientes (mínimo uso de energía y materiales) y garantizando que el envase que se pone en mercado añade un valor económico y social, realiza de modo efectivo la función para la que ha sido concebido (fundamentalmente contener, proteger, presentar el contenido).
Una vez asegurado el uso del mínimo de material para conseguir la máxima funcionalidad del envase, se podrían considerar las siguientes alternativas viables a materiales plásticos:
Considerando los principales tipos de materiales utilizados en envase y embalaje (vidrio, metal, papel/cartón, plástico, madera, compuestos) y para una aplicación dada, es difícil a priori seleccionar la mejor opción desde el punto de vista de sostenibilidad (asegurar la funcionalidad minimizando el impacto medioambiental y económico derivado). Aunque la proliferación de imágenes vinculadas al daño de los plásticos sobre el ecosistema nos lleva a descartar el material plástico no podemos obviar el impacto que provocan otros materiales sobre la fase de extracción de materias primas, o el inherente a los altos consumos energéticos o hídricos requeridos durante la transformación en envase o bien sobre la fase de distribución, almacenamiento y transporte e incluso durante el reciclaje en su final de vida. La única respuesta válida en este caso es el planteamiento de un análisis de ciclo de vida que considere los límites de sistema y las categorías de impacto significativas para poder hacer una comparación objetiva de materiales y extraer conclusiones acertadas y efectivamente seleccionar la mejor alternativa para una aplicación dada.
La sustitución de materiales plásticos convencionales por sus homólogos biodegradables o incluso por otros materiales biodegradables (basados en fibras, por ejemplo) está actualmente limitada por la dificultad en igualar las propiedades mecánicas y de barrera de estos materiales. Además, debe tenerse en cuenta las dificultades actuales de gestión del residuo de plásticos biodegradables tales como PLA. El sistema de clasificación actual no contempla su separación en la fracción orgánica, con lo que, sin más datos, el consumidor lo desecha en la fracción de plásticos. Estos materiales – por ejemplo, PLA – interfieren en los sistemas de reciclaje del plástico que se recicla mayoritariamente – PET – y hace disminuir la eficiencia del proceso.
Por otro lado, si fuera a parar a la fracción orgánica, y llegara a una planta de compostaje, este material no aporta ningún tipo de nutriente que añada valor al compost obtenido (no así restos orgánicos de comida). Este hecho hace que el posicionamiento frente a plásticos compostables de entidades relevantes – New Plastics Economy o Bioplastics Europe, por mencionar algunos – indique que esta alternativa no sea considerada una solución global sino puntual para situaciones en que sea inevitable la dispersión del residuo plástico en el medio marino o terrestre (tal es el caso, por ejemplo, de artes de pesca o usos agrícolas).
La sustitución de materiales plásticos convencionales por materiales biobasados tales como los constituidos por fibras celulósicas, está tomando mayor relevancia en envase alimentario que su sustitución por plásticos biodegradables.
Ejemplos como la sustitución de bandejas plásticas por sus homólogas en fibra moldeada, así lo evidencian. Estas líneas de trabajo requieren de la mejora de algunas de las propiedades de los materiales alternativos (tales como la barrera de materiales) y/o en algunos casos de modificaciones para adaptarlos a los sistemas de envasado actuales (en el caso de requerir el sellado en bandejas).
Como paso intermedio, algunos envasadores optan por soluciones en las que se mejora el material biobasado con una laminación plástica que posibilita la separación de ambos materiales para su disposición en la fracción de residuo correspondiente.
La incorporación de material reciclado en los envases, así como el aseguramiento de su reciclabilidad es una de las estrategias más alineadas con los principios de economía circular promulgados por UE. Buen ejemplo de la alineación a esta estrategia es la incorporación de material reciclado en bolsas plásticas reutilizables como consecuencia en el ámbito nacional, de la aplicación del Real Decreto 293/2018 que establece que las bolsas reutilizables de 50 micras de espesor deben contener como mínimo un 50 % de material reciclado. En este caso, la norma de referencia, UNE 53930, da respuesta a este tema regulatorio y permite el uso de etiquetados como los que se muestran en la Figura 3.
Otros ejemplos de incorporación de plásticos reciclados se encuentran en el uso de materiales reciclados de grado alimentario (alineados con los requisitos del reglamento 282/2008 por el cual cada proceso de descontaminación debe contar con la aprobación de EFSA). Esta estrategia está siendo ampliamente utilizada por envasadores de agua mineral que ya han alcanzado cotas del 100% de PET postconsumo en la formulación de sus preformas de PET.
El diseño concebido para la reciclabilidad de materiales es fundamental y debe considerarse en las etapas previas de conceptualización del envase. En este sentido, es fundamental evitar el uso de materiales compuestos o multimateriales y para envases plásticos considerar las guías de reciclabilidad promulgadas por Recoup . PRE (Plataforma de Recicladores Plásticos Europeos) ha lanzado una herramienta, Recyclass, que considera estos criterios y permite una medida del grado de reciclabilidad.
Y no todo acaba en materiales, también pueden concebirse nuevos sistemas que posibiliten la reutilización de envases como el modelo Loop basado en la compra on-line de bienes de gran consumo viables en envase reutilizable. Una vez recibido y consumido el pedido, se solicita la recogida de los envases utilizados para su acondicionamiento y sustitución por nuevos productos. A esta iniciativa, promovida por Terracycle se han sumado marcas como Procter & Gamble, Nestlé, PepsiCo, Unilever, Mars Petcare, Coca-Cola European Partners, Mondelēz International, Danone, Jacobs Douwe Egberts, Lesieur, BIC and Beiersdorf. Adicionalmente, cuenta con partners necesarios como el distribuidor (Carrefour-Francia, por ejemplo) y el servicio de reparto (UPS y Suez).
En conclusión, existen diversas alternativas al uso del plástico convencional en los envases alimentarios con todas las garantías de inocuidad alimentaria. ¿Cuál es la mejor opción? La respuesta no es directa ni única y depende de diversos factores a los que conviene alinearse, entre ellos: (i) el entorno regulatorio y la promoción de nuevos modelos de mayor circularidad; (ii) la percepción y necesidad del consumidor; (iii) las líneas estratégicas de la compañía y la coherencia de la opción seleccionada para dar respuesta los objetivos internos establecidos.
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